Lo volví a hacer, cogí la bici de montaña y
disfruté. Sin presiones de ningún tipo, en solitario. Paraba cuando
quería, a veces también donde no quería. Me falta técnica para subir por
según que sitios. En otros me faltan fuerzas, lo
mismo que para las bajadas.
Tengo unos meses por delante en los que intentaré mejorar.
El Pi gros
Posando en su hábitat
La ciudad recién lavada
Ni idea de estos
Barro superadherente
¿Qué pasa tronco?
Foto de familia, jajaja
¿Por aquí se ha de pasar?
El día amaneció tormentoso. Tanto que volví a
meterme en la cama. En cuanto oí que dejó de llover, a la calle. Tomo
camino del Purgatorio, duro, duro. El suelo húmedo no me ayuda a
mantener la vertical y he de poner pie a tierra. Cuando
llego a la Clota, sigo por los senderos, tampoco quiero arriesgar mucho
y pegarme la gran torta el primer día. A pesar de ello, tengo varias
caídas tontas de esas en parado donde lo que más dolorido queda es el
orgullo.
Llegando al merendero de Olesa, paro a comer un
plátano y empiezo a pensar en la vuelta. Ya se ven ciclistas, que como
yo, hoy acabarán hasta arriba de barro.
Vuelvo desandando el camino, pero bajo por la
carretera y en el Jabalí, veo que la lluvia ha hecho canales profundos,
terreno perfecto para intentar mejorar mi patética técnica de montaña.
Después de la bajada, paso por el lavado para
quitar los tres kg de barro que lleva la bici encima y no dejar la casa
como un lodazal.
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