miércoles, 2 de septiembre de 2015

París Brest París, la crónica


 

Llega el día D. Ya no hay marcha atrás. La palabra retirada resuena en mi cabeza, pero no puedo rendirme ahora. Bajo a desayunar y me encuentro en el buffet con Julián Sanz, una bestia parda en esto del ultrafondo. Charlo y bromeo un rato con él, un tío muy majo. 

 Con Julián Sanz


Y su bici/avión

Vuelvo a la habitación a acostarme otra vez. Los nervios me tienen dando vueltas así que finalmente me visto de romano y bajo a la calle con bici y todo. 

Cortesía del hotel

Ya tengo decidido donde comer, en un wok donde ayer ya estuve. 

La P.C. Bonavista, los pioneros de las brevets catalanas

Allí me encuentro con el grupo del Bonavista de Manresa y me siento con ellos, buena manera de combatir los nervios entre risas y charla que me evaden un poco. Me despido de ellos y vuelvo al hall del hotel, mataré el tiempo conectado a casa con el wifi del hotel.

 
 La procesión iba por dentro


 Aquí estaba aco...ado, lo reconozco

 El gusanillo tiene la dimensión de una morcilla de Burgos y la salida será a las 19:30, tengo tiempo para todo. Ahora sí, mientras veo la salida de las bicis especiales, me encamino al velódromo. Charlo con algunos conocidos y me como uno de los mini bocatas que llevaba preparados, más por aburrimiento que por hambre. Ya nos toca a los de mi tanda. Vamos hacia el cajón de salida. 

Miedo yo??? 
Charlo con un chaval de Bilbao que la va a hacer como solo la puede hacer uno de Bilbao, en mountain bike, sin guantes, sin gafas… Avanzo hasta el arco de salida y me veo en primera fila. Así que no hay vuelta de hoja, el speaker hace la cuenta atrás y ya estamos en marcha. Se va rápido, pero no le veo tanto peligro como en la salida de las marchas. PSSSSSS No puede ser, llevo menos de una hora y un pinchazo. El botón del pánico salta y los negros pensamientos empiezan a rondarme. “es muy temprano para quedarme sin cámaras, como esto siga así…” (llevaba 4 y parches)
Así que no queda otra que arreglar el pinchazo. Los pelotones me pasan con el pensamiento de mejor tú que yo reflejado en su mirada. A pedalear, afortunadamente solo fue un clavo y ya no me daría mayores contratiempos en toda la marcha. Pero ahora le tocaba el turno al GPS, un track de 1200 km es algo que cuesta digerir y se queda colgado como un ajo. Ya voy medio cruzado, así que busco una recta y en plan equilibrista le quito la batería  y vuelvo a montarlo. Dura poco el apaño y ya estoy resignado a hacerlo a la antigua. No tendría ningún problema por que todo el recorrido está perfectamente señalizado. Cae la noche.

 
 Colas para todo en Montagne au Perche

 Seguimos pedaleando hasta Montagne au Perche, solo es un punto de avituallamiento, pero cae un menú completo, previa cola. Ya llevo 145 km y las malas sensaciones me atenazan al estómago. Amanece, primera noche en blanco y llego a Villaines la Juhel, km 220, primer control. 

Villaines la Juhel
Me retiro. Llamo a casa y desde allí solo recibo palabras de ánimo. El microbús para la vuelta sale al día siguiente, así que decido seguir para delante buscando un sitio desde el que sea más fácil la  retirada. Mientras tanto siguen cayendo los km y me planto en Fougères, km 309. 

Con hambre no quedabas (Fougéres)
Ya tengo un cuarto en el bolsillo. Los platos de pasta van cayendo. Tinténiac, km 363, aquí mi viejo bidón decide rajarse, literalmente. A las 19h empiezo a cruzarme con el primer pelotón de los que ya vuelven. En el puesto de control, compro uno, otro gasto extra, pero así puedo ir  alternando sales y agua. 
 
 Otra cola
Loudéac, km 448 sigo mi camino y si os preguntáis donde han quedado mis ganas de abandonar, yo tampoco lo sé. Está cayendo la noche y mi previsión de pernoctar en Carhaix o Brest se antoja lejana, otra noche completa en vela no creo que la resista, así que pararé en St Nichola s du Pelem, control secreto y punto de avituallamiento. La “oferta hotelera” está al completo. Me ducho, me cambio de ropa y saco la manta térmica. Al frío suelo. Después de un rato, entro al comedor, pongo la cabeza encima de la mesa y pensando que no  me voy a dormir, un par de horas me caen. Me levanto como y sigo.

 El del fondo, está casi peor que yo

 
Una niebla espesa hace que las bajadas y la circulación sean bastante complicadas. Carhaix- Plouguer km 526, desayuno puré con croissant un bol de café, todo esto con la compañía de un ruso acostado enfrente mío que ni se inmuta.

El compañero de desayuno involuntario

 Cada parada implica que mis posaderas reciban una generosa dosis de crema antirozaduras con lo que de momento, las temidas llagas no aparecen. Poco antes de Brest, paro en un pueblo a comerme un bocadillo y tomarme una cola, la subida (foto del col )me ha matado.

 Peor que el Tourmalet a estas alturas

 Ya casi

 
¿ Y ahora que?

Brest, km 614, ecuador de la prueba. A partir de aquí, pura incógnita. Pero antes hemos de callejear durante 45’ hasta el control. Después de llamar a casa mientras hago una cola interminable para recoger la comida. Luego me regalo media horita de siesta en el césped mientras charlo un rato con Alex y sus dos compañeros. Se convierte en una hora, el cuerpo pide una tregua. Ahora toca deshacer el camino, no sé como va a responder mi cuerpo. De momento, el tramo hasta Carhaix, se vuelve a convertir en un suplicio, es el único puerto como tal y se nota. Además he tenido que parar en una farmacia. El sudor y la crema solar me han dejado los ojos irritados. Me encuentro con Jaime, no anda fino del estómago ni de los tendones de Aquiles, piensa en la retirada y yo no quiero que eso me influya, así que decido seguir por mi cuenta. En Mael Carhaix, nuevo control secreto. Desde ahí a St Nicholas du Pelem, voy a saco. No quiero quedarme sin sitio para dormir, así que a las 21:30 me regalo cinco horas de sueño, es la tercera noche. 

 
Otro amanecer en ruta

  
Un grande del ciclismo con su museo
 
Arranco de madrugada, he adoptado una táctica que me permite no agobiarme tanto con el kilometraje. Entre controles hay unos 90 km, a una media de 20km/h son unas 4 horas, decido que cada dos pararé en el primer bar, boulangerie o lo que sea que me encuentre abierto. Una bebida y quitarme las botas 5’ es un premio importante. Fougères km 919, tres cuartas partes han caído ya. 

El tío con el cigarrito, increíble
Aquí voy rodando con un abuelete italiano, que mientras tiro se engancha como un velcro, pero cuando le pido un relevo afloja misteriosamente. Por si fuera poco me mete el miedo del fuera de control en la cabeza, me quedan 24 horas y 300 km por delante, en teoría voy de sobras, pero no quiero confiarme.

 
No le está contando un secreto, con los km el cuerpo se resiente y obliga a ir así


 
Ufff, que cantidad de kilómetros

 
 
Villaines-la –Juhel km 1008, ¡¡¡Menuda verbena tienen aquí liada!!! Todo el pueblo está aquí volcado con la marcha. Sello en el control, cojo la comida en el buffet e incluso unos niños te llevan la bandeja hasta la mesa. Todo tiene aires de fiesta mayor.



Ni ganas de sonreir tenía
 Vuelvo a coincidir con Alex y su grupo, van siempre un poco por detrás y me pillan en los postres. Yo como si hubiera hecho esto toda la vida, me encargo un bocata para comer a medio camino del siguiente control. Ya soy un autómata. Bajar de la bici, sellar, hacerle una foto al menú, SMS a casa, comer, untarme de crema antirozaduras y volver a montar.
La vuelta tiene la ventaja de que aunque sea malo, sabes lo que se te viene encima.
Siguiente control Montagne au Perche, mis conocimientos de francés han ido mejorando durante la marcha, así que entiendo a la primera la palabra Montagne. 


 La cara paga


Cualquier baldosa es área de descanso
Pero antes, paro en un pueblo donde sus habitantes han decidido disfrutar del paso de unos locos en bici a tope. Paro a tomar el bocata, coincido con un madrileño que estaba en mi cajón de salida, su cara es un poema, Anselmo y su compañero también están allí y arrancan casi a mi llegada. 

 
Como los héroes del Tour

Me como el bocata y continúo la subida. Ya llegué, encuentro a Ramón, del Pla en la puerta y después de cenar, me tiro 20 minutos en el suelo, aquello es un hervidero de gente, así que duro poco y arranco. Me va rozando un guardabarros, los parking de bicis están tan justos que ha debido moverse. Pienso que es el delantero, así que pierdo casi 20 minutos en quitarlo y embridarlo al portabultos. Total, en 1000 km no me ha caído ni una gota. Arranco y cinco minutos más tarde empieza a chispear. Murphy también es randonneur. Enlazo con un grupo y en una bajada, esquivo por poco una luz que se cae. De los tres que van delante, nadie para, imagino que será una luz trasera. Kilómetros más tarde, descubro a un ciclista que va a oscuras, intenta aprovecharse de nuestros haces de luz.

¡Que poquito queda!

Paro a 40 km de Dreux, una asociación ciclista tiene montado un chiringuito en el que sirven café, té o sopa de manera altruista y gratuita, solo por el placer de ayudar a unos ciclistas que ya van muy al límite. Son las 4 de la mañana y llueve. Impensable por estas latitudes.

 
Vaya carita
 
Tomo un té y me tapo con una manta térmica para no mojarme. Me siento en una silla y me quedo dormido durante cinco minutos. Parece increíble pero me sirve para continuar hasta Dreux, penúltimo control. El final está cerca.

 
Vamos que llegamos

Me siento en el suelo después de desayunar. Doy dos cabezadas y a la tercera decido arrancar. Como me quede aquí no me levanto. Ahora sí que llueve bien, menos mal que solo quedan 60, no quiero imaginar como sería pedalear más tiempo bajo la lluvia.
Saludo a Alex y tiro para delante, los últimos tramos son llanos y sin darme cuenta voy rodando a 32/33 por hora sin aparente esfuerzo. El cuerpo se ha adaptado a la tortura y responde. Llegada a St Quentin, ya queda poco. En la última curva antes del Velódromo, oigo una voz familiar que grita mi nombre. Mi mujer, se ha cogido un avión para darme la gran sorpresa. Solo me sale decirle: ¿Que haces aquí? Desde luego, tiene el cielo ganado conmigo.
Dejo la bici en el box y voy a sellar el último control, mientras hablo con ella y me cuenta su experiencia. Estoy encantado. Termino la París Brest y está allí conmigo.
 



 Los deberes hechos
 
A unos pasos del control final

Entregada la brevet, recojo la bici y volvemos al hotel. Allí la desmonto y la meto en la maleta.
Nos encontramos a los compis de Canet que ya volvían en coche, nos despedimos deseandonos lo mejor.
Subimos a la habitación y me quito la mugre de cuatro días. Ya vestido de persona, nos encaminamos a un restaurante que me sirvió de motivación, quería premiarme cuando terminara, le había echado el ojo antes de empezar y pensaba en una supercerveza y un festival.

El homenaje.

Luego una siesta y nos cogimos el tren a París, visita a la Torre Eiffel, creps de Nutella... y todo ello, con la mejor de las compañías

¿ Repetiremos el 2019?

EPILOGO

Una marcha tan larga tiene mil historias y mil momentos, además de unas 400 fotos. Así que disculpad las omisiones, los errores y durante los siguientes días iré colgando más fotos y más recuerdos.

 


6 comentarios:

  1. Gran cronica, me he reido mucho leyendola! Vaya odisea del pedal!!! Eres muy GRANDE Jose!

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  2. Muchas gracias por contarnos las sensaciones desde dentro, me entran ganas de intentarlo algún día, aunque quizás pruebe antes la Madrid-Gijón-Madrid en 2017. Muy emocionante lo de tu mujer, si la mía hace eso, me caigo de la bici (la verdad es que casi siempre me acompaña)

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  3. En dos palabras NO, en tres:

    MUY GRAN DE !!!!!

    Menuda embidia grrrrr

    Ens veiem l'any vinent pel Pla

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  4. ¡Enhorabuena! Muy buena la crónica.
    En fin en tantos kilómetros al final pasa de todo.
    ¡Yo también paré en el avituallamiento y dormitorio montado por los voluntarios antes del penúltimo control!
    Dejo el enlace a mi crónica.
    http://paisajesciclistas.blogspot.com.es/2015/08/cronica-de-la-paris-brest-paris-16-08.html
    Un saludo.
    P.D. En el 2.019, Dios mediante, repito seguro.

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  5. Enhorabuena tío! Qué envidia conseguir hacer algo así...!!

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  6. Gracias por los comentarios.
    A mí el 2019 me suena muy lejos, pero...lo mismo dije con la del 2015 y ya pasó.

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