He pasado de la euforia y el subidón de la París
Brest, lógico por otra parte, a la pereza por contaros mis salidas en
bici, más que nada por el miedo también a repetirme como el ajo. Que si
salida a tomar café, si un poco más de caña otro
día… El fantasma del aburrimiento en ti lector, que dedicas parte de tu
tiempo de ocio a pasarte por aquí es algo que no quiero despertar.
Además el viejo móvil con el que hacía las fotos, finalmente murió
agotado. El actual, entre que es táctil y que se necesitan
las dos manos para maniobrar con él, da poco pie a hacer fotos de algo
más que los cafés de la parada si no quiero acabar dándome una leche u
día de estos.
Y como una imagen vale más que mil palabras, a la que ponías cinco o seis fotos, te salía una entrada de lo más apañadita.
Parking improvisado y reciclado
Otoño, lluvias, días cortos, mentalmente agotado
por los kilómetros que ya hemos hecho. Así que empezamos con la de
montaña. El primer día me vi torpón, aquello pesa mucho y corre poco.
Hubo que poner pie a tierra en algún que otro sitio.
En otros más por dejar la bici correr que por otra cosa, pasé lo mejor
que pude y con cierta dignidad. A ver si durante el invierno mejoro un
poquito y no me tienen que esperar demasiado ni arriba ni abajo.
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