Gracias a que en mi casa vive una SANTA, así en mayúsculas, los Reyes se han adelantado y me han traído una Brompton.
Visto que el mercado de 2ª pata se movía más rápido que Wall St, cuando salió la oferta, no lo dudé. Me puse en contacto con el vendedor, acordamos el precio y llegamos a un acuerdo. Era de Girona y era una tienda. Tenía poquísimos km, así que billete de AVE y a por ella. Llegué y me dejó dar una vuelta con ella. Si aún me quedaba alguna duda, eso fue el anzuelo perfecto. Había picado y no me podía deshacer del encantamiento. Volví a la tienda con la sonrisa puesta y salí de allí con unos cuantos euros de menos.
A partir de aquí un paseo por Girona para intentar hacerme a los cambios.
En un parque de Girona
La 5ª y la 6ª no son para salir en parado. Voy a un bazar y allí compro una bolsa de rafia que me permitirá pasar el trance de meter la bici en el AVE, porque a estas alturas de la temporada volver de Girona en Brompton...no me apetecía mucho, la verdad.
En casa, reducida a la mínima expresión
Ahora toca cambiar el chip, los trayectos que antes implicaban coger el coche, aparcar, pagar zona azul, pelearte con el resto de la jungla de asfalto, se han vuelto más divertidos. Hay que levantar el pie, no estoy en una carrera permanente y no hay que llegar sudado y jadeante a todos los sitios.
El bólido rojo, el mío es el de delante, jajajaja.
No quiero cerrar esta entrada sin saludar a Marcos...
¡Qué pequeño es el mundo y la de vueltas que da la vida! Y al resto, espero que os guste tanto como a mí.
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