Después de unos miles de kilómetros, un ruidito molesto me acompañaba a cada pedalada.
Aunque sea de ir un poco atrancado, el ruido volvía loco a cualquiera. Tras cambiar y limpiar todo, llegue a la conclusión que eran los rodamientos. Así que manos a la obra.
Ya no tengo excusa para no rodar fino.
Así luce la bicha ahora.
Me he decidido a intentar no gastar más que en la reposición de piezas por desgaste.
El ciclismo ninja se impone.
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